domingo, 21 de julio de 2019

Anestesia Emocional

Después de la muerte de Natalia , la enfermedad provoca terror en mi familia. Algunos demuestran su preocupación a regaños y gritos ante la impotencia y el no saber qué hacer frente a una emergencia, sacan su propia frustración al no poder hacer nada para ayudar a la persona en ese momento .  Irónicamente, sé que están preocupados, que por eso gritan, que por eso me dicen todo lo que hago mal, porque en el fondo ellos están más asustados que yo de desaparecer, que ya nadie quiere ni sentir ese dolor de nuevo ,ni perder a otro integrante más.

La herida nos dejó una cicatriz bien profunda que en momentos de crisis no sabemos sobrellevar y pareciera que no existe otra cosa más que el miedo.

Mientras  tanto, yo me siento culpable por no tener control  sobre mi cuerpo. Me enojo, me frustro, me asusto, me avergüenzo y tengo muchas ganas de que los ojos se me inunden , sólo quiero que alguien me abrace y me diga que voy a estar bien, aunque ambos tengamos la incertidumbre de no saber si así será.   Deseo que alguien me hable , deseo tener fuerza y me siento tan al borde de la agonía, como si la voluntad no me alcanzara para respirar. Y me lo guardo, el miedo,  como si dentro tuviera chip , como si de repente dejara de ser humana y fuera un robot que no está programado para preocuparse por su dolor, porque si estuviera hecha de metal no sentiría nada.  Ojalá pudiera ocultar mi dolor.

Termino preocupándome por la molestia que causo en otros, por ver las lágrimas de mi madre y su preocupación proyectada en furia, hasta que los brazos no me responden y entonces siento terror. Fueron breves los minutos, pero dejé de ser yo misma, de repente me llegaron sensaciones desagradables al cuerpo: Náuseas, Mareo, vértigo, quiero gritar pero lo soporto.
Mis dedos se retuercen, adquieren una forma monstruosa y me concentro en el hormigueo que siento desde el alma hasta las uñas.  ¿Podría alguien abrazarme? Pienso, patéticamente. No siento nada.

Esa tarde pensaba cuan feliz y agradecida me sentía  por tenerlos a todos. Que todo iba viento en popa y lo estaba , pero tengo impregnado el temor de morir, el sólo temor del recuerdo hizo que mi cuerpo dejara de funcionar.

Estoy tan avergonzada de mi misma en estos momentos y tengo ganas de decirles a todos que en verdad me esfuerzo, que me estoy esforzando y que por eso me duele que no parezca suficiente.

Estoy asustada de mi misma.
Quiero abrazarme , sentirme fuerte.
Siento como si  en aquel charco de sangre que perdí, se  derramaran todas mis fuerzas  y desde entonces me quedaran sólo resquicios inútiles que, a ratos, gasto en llorar nada más.

Lo único que me consuela e
s saber que todavía tengo energía para quejarme, aunque para esto no es que se necesite mucha, no es ni la milésima parte de la que se requiere para ser feliz.


viernes, 15 de febrero de 2019

Es difícil querer este mundo cuando los niños mueren.



Mis mañanas se resumen a un frío inconmensurable, el chillido de un perro me despierta todos los días para que lo alimente  y el sopor de un cuerpo que apenas se levanta con ganas de vivir y otras tantas veces prefiere fingirse muerto en la cama. No siempre es así, en ocasiones lloro mucho o rio desmesuradamente , hay veces en que siento que puedo comerme al mundo, pero luego siento que el mundo me traga a mí. Avanzo, me detengo, retrocedo, me detengo, avanzo. Camino con la clara afirmación de que me cuesta más que al resto y que eso no es externo de lo colectivo, por el contrario, soy consciente de que las cosas que me suceden hablan de un contexto. No es que la tragedia persiga a los pobres o a los ignorantes. Es más bien que ese estado hace más vulnerable a cualquiera que lo viva. Da un poco de asco, sinceramente. 

En fin, que tenemos que hallar espacios de resistencia , pero dile al que está en medio de un legrado uterino sin anestesia que no grite, que lo que hacen es por su bien, si ya lo sabe, pero dilo de todos modos y verás que en el dolor no te escucha, si no hasta que se le hacen las cicatrices.Solo cuando la herida cicatriza el individuo en cuestión puede decidir llevar una vida en paz o abrirse poquito la herida para convertir el dolor en experiencia. Dura, útil y fabulosa experiencia.

A estas alturas  todo puede ser un sueño y me imagino que llegaré a casa y te encontraré articulando a balbuceos mi nombre

"Moche" dirías con tu tono de niña risueña. Aunque quisieras decir mi nombre y no te saliera pronunciarlo,  yo acudiría a tu llamado y nos pondríamos a jugar como si fuéramos madre e hija, pero ni soy madre y tú ya no podrás ser más hija.

Ya sé que te prometí amar la vida, pero a veces me siento sola sin ti y me dan ganas de verte.